No suele ser frecuente que un investigador, en antropología, reúna a su vez una larga experiencia previa como miembro activo del campo mismo que ha de estudiarse. En estos raros casos se superponen los estatutos del intérprete y del objeto interpretado, y esta reducción de distancias entre uno y otro puede resultar sumamente beneficiosa cuando se trata, además, de materias de investigación con un lenguaje, unos ritos y unos códigos muy cerrados, y de difícil acceso para los que quieren adentrarse y romper con la habitual postura del mero observador