Obreros y trabajadores, chapuceros y buscavidas, afilaores, guindis, panaderos sobre mulas con angarillas alcalareñas… ¡VENDO BOLLOS, BOBAS, ROSCAS Y KILOS!… Civiles del Sacrificio, charlatanes de la calle Feria, zorras de Saturno, alcahuetas de la Plaza de la Mata y pícaros de la Puerta de la Carne, el tío de los trapos viejos, las cuarenta en bastos en cualquier rincón, la voz del ditero en el zaguán… ¡AL PARISIÉN DE CANELA! ¡AR KOKI!… Los trompos bailando sobre ollas de albero, el curricalle por las calles, la majestad visitando a los enfermos… Modistas, pelliceras, porteras, cerveceros, cotillonas, cisqueros, lateros, aguaores, rifaores y un amplio claustro de enseñanza gratuita… ¡Bienaventurado el pueblo llano por su didáctica sin límites!

De esta universidad callejera nunca salí ni me titulé, sigo y seguiré matriculado en ella de por vida, para aprovechar cada segundo de ilustración que me brinda esta Sevilla popular que jamás se cansa de ser la emperadora universal de la cultura del mundo. Nunca olvidemos que cuando la cultura en Europa, estaba centralizada y cautiva en los grandes monasterios, Sevilla la servía por sus calles y plazas.

La trastienda hispalense cumplió su mayoría de edad vistiéndose de “libro”, con alamares bordados a mano con hilos de historias sevillanas que emanaron de mis sentimientos y de los tuyos, querido amigo, que no dejas de buscarme en el cielo de mis escritos, y en ese cielo de Sevilla, siempre me encuentras.